Existen muchos aditivos alimentarios, y en especial conservantes, con efectos nocivos sobre nuestro organismo y nuestra microbiota. No es el objetivo de este artículo hablar de todos ellos, pues son demasiados y yo no soy ninguna experta. Sea como fuere, debemos ser conscientes de que estamos rodeados cotidianamente de la mayoría de estos tóxicos y, aunque no es posible evitarlos por completo, sí podemos intentar minimizar nuestra exposición (elaborar comidas caseras a partir de alimentos no procesados y de origen ecológico si es posible, comprar pocos alimentos industriales, utilizar cosméticos o productos de higiene personal sin parabenos, o incluso caseros, fabricándolos nosotros mismos, etc.). Supone evidentemente un esfuerzo económico y personal, pero nuestra salud nos lo agradecerá. 

     Si quieres más información al respecto, las tablas 3 y 4 te muestran una lista de los conservantes “E” más frecuentes de la comida y una lista de todos los aditivos “E” y el grado de seguridad que tienen. Asimismo, aquí tienes dos enlaces al sitio web de la unión europea de la unión europea donde encontrarán información actualizada sobre los aditivos y su normativa:

https://food.ec.europa.eu/safety/food-improvement-agents/additives_en

https://ec.europa.eu/food/food-feed-portal/screen/food-additives/search

El triclosán es un conservante con poder antimicrobiano. Su uso en alimentos no está admitido, pero se utiliza ampliamente en los productos de higiene personal y cosméticos, así como conservante de algunos fármacos. Está muy presente en el medio ambiente y, además de su poder antimicrobiano, también se ha detectado que posee un efecto disruptor endocrino a nivel de las hormonas tiroideas. La Unión Europea permite su uso en una concentración máxima del 0,2% en los enjuagues bucales y en una concentración máxima del 0,3% en jabones y geles, pastas de dientes, desodorantes líquidos o en barra y maquillajes. 

     Debido a su ubicuidad, cada vez hay más preocupación al respecto, pues, además de los efectos directos sobre nuestra salud, se sospecha que puede ser otro de los agentes causantes de la aparición de microorganismos resistentes en nuestro medio, pues su modo de acción se asemeja al de los antibióticos. De hecho, se ha estudiado como posible agente protector frente a las infecciones urinarias en las personas portadoras de una sonda permanente, utilizándolo a modo de recubrimiento de los catéteres urinarios. Estos estudios no han sido concluyentes precisamente porque se observó la aparición de microorganismos uropatógenos resistentes (Escherichia coli, Proteus) al poco tiempo de usarlo, así como resistencia cruzada con algunos antibióticos. Además, se ha visto que triclosán no es efectivo contra algunas bacterias como Pseudomona aeruginosa o ciertas cepas de Proteus, ambas muy frecuentemente implicadas en la colonización e incrustación de las sondas urinarias. Sabiendo que, según algunos estudios, se estima que el 75% de los adultos eliminamos triclosán en orina, podemos imaginar que este agente químico, de la misma manera que los parabenos, podría tener una implicación en las infecciones de orina de repetición al alterar la microbiota vesical y favorecer la aparición de cepas microbianas multirresistentes. Desgraciadamente, no existe literatura científica al respecto, pero es una hipótesis que valdría la pena confirmar.

Bibliografía:

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Una fuente de exposición inadvertida a productos antimicrobianos son los agentes conservantes de alimentos y productos cosméticos, y en especial dos de ellos: los parabenos y el triclosán. La industria utiliza estas sustancias precisamente por su poder antiinfeccioso. Los parabenos son un grupo de productos químicos que se emplean como conservantes de alimentos y también como conservantes de productos cosméticos y de higiene personal, así como biocidas en textiles y en papel, pues inhiben el crecimiento de bacterias, hongos y virus. Además de su efecto antibiótico, también muestran un efecto disruptor endocrino de tipo estrogénico y se han relacionado con algunos tumores, en especial con el cáncer de mama. 

     Los más utilizados en cosmética son metilparabeno, propilparabeno, butilparabeno y etilparabeno, mientras que en los alimentos los encontramos “escondidos” detrás de un código E: E-214 y E-215 (etilparabenos), E-218 y E-219 (metilparabenos). El Comité Científico de Seguridad de los Consumidores de la Unión Europea (SCCS) prohibió en 2014 el uso de parabenos de cadena larga: isopropylparaben, isobutylparaben, phenylparaben, benzylparaben y pentylparaben. Además, los E-216 (propylparaben) y E-217 (natriumpropylparaben) están prohibidos en alimentos y el E-216 también en productos para niños menores de 3 años en la zona del pañal. 

     Podemos encontrarlos en la mayoría de productos cosméticos que no lleven una etiqueta “libre de parabenos”: esmaltes de uñas, cremas hidratantes, desodorantes, champús, productos para la higiene facial, lociones para después del afeitado, filtros solares, máscaras de pestañas, sombras de ojos, maquillajes o pintalabios, entre otros. En la alimentación se utilizan para conservar bebidas (cervezas, refrescos), siropes, salsas, postres o helados, productos de pastelería, vegetales procesados, aceites o fiambre, entre muchos otros. Algunas frutas como los arándanos pueden contenerlos de manera natural. 

     Cuando los ingerimos, son metabolizados por el hígado y el riñón, y eliminados por la bilis (heces) y sobre todo por la orina, es por ello que a menudo los estudios científicos sobre exposición a disruptores endocrinos miden estos compuestos en orina. Gracias a esta rápida metabolización se cree que son menos peligrosos cuando son ingeridos que cuando se aplican sobre la piel y son absorbidos por ésta, como es el caso de los cosméticos y productos de higiene personal, pues en este caso el parabeno no llega directamente al hígado para ser detoxificado. De las dos maneras, ingesta o aplicación cutánea, lo que sí que es cierto es que la vía principal de eliminación será la urinaria, por lo que debemos preguntarnos si estos productos pueden ser una causa de alteración de la microbiota urinaria así como de alteración de la pared vesical, teniendo en cuenta su efecto estrogénico y la importante densidad de receptores de estrógenos con que cuenta nuestra vejiga. Teniendo en cuenta que las mujeres consumen muchos más cosméticos que los hombres por lo general, tengo la hipótesis de que estas sustancias podrían tener una influencia en la fisiopatología de las infecciones urinarias. Desgraciadamente no existe literatura científica al respecto, por lo que a día de hoy no puedo validar mi hipótesis. 

Bibliografía:

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Muchos pesticidas actúan como plaguicidas antimicrobianos, matando directamente los microorganismos presentes en los vegetales. Estos plaguicidas pueden ser aplicados directamente sobre los cultivos, o estar presentes en los suelos y las aguas de regadío. Así, es posible que, a pesar de alimentarnos con vegetales orgánicos, estemos en contacto con estas sustancias debido a esta contaminación. 

     Por otro lado, tenemos los antibióticos y antifúngicos que se administran a los animales de ganadería y piscifactoría, ya sea para tratar enfermedades infecciosas, o bien para prevenirlas. En Europa occidental el uso de antibióticos para el ganado está más regulado que en otros países, pero sigue sin ser anodino. Por si fuera poco, algunos de estos animales también ingieren productos antimicrobianos con la comida, pues los cereales, soja u otro alimento que se les da pueden haber sido tratados previamente con agentes antimicrobianos para garantizar su conservación. Estas sustancias, además de acumularse en el organismo de los animales y pasar al nuestro cuando nos alimentamos de ellos, también pasan a los suelos y aguas al ser eliminadas por la orina de estos animales o por sus heces, si éstas son utilizadas posteriormente como fertilizante. Así que, de nuevo, nuestros suelos se contaminan con estos productos y posteriormente nos contaminan a nosotros, independientemente de que tengamos una dieta omnívora o vegana. 

     Existen numerosos estudios que analizan la prevalencia de cepas microbianas resistentes a múltiples antibióticos. Se postula que una de las principales fuentes de este tipo de bacterias multirresistentes sería precisamente la microbiota de nuestros suelos. Por todo ello, aunque no podemos protegernos al 100%, sí que podemos disminuir nuestra exposición a este tipo de sustancias consumiendo productos ecológicos que no habrán sido tratados con pesticidas y evitando el consumo de peces de piscifactoría y de animales de la ganadería intensiva. Los animales criados en libertad, como los pollos ecológicos o las reses de pasto están menos expuestos a estos productos pues el uso de antibióticos de manera preventiva está prohibido. Además, no reciben tantos tratamientos antibióticos como los animales de la ganadería intensiva. Si bien se permite en algunos casos tratar con antibióticos si existe una enfermedad infecciosa, debemos saber que estos animales enferman menos a menudo, pues gozan de mucha mejor salud gracias a sus mejores condiciones de vida. Y dentro de este tipo de carne, te recomiendo que consumas aquélla que sea de producción europea. No basta con que sea de “origen” europeo, pues puede ser que se haya embalado o manufacturado en Europa. Debes asegurarte que se trata de carne producida en Europa. 

Bibliografía:

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     Aunque el aluminio (Al) no es un metal pesado (es tan sólo un metal), es uno de los metales que con más frecuencia nos contamina. Se encuentra en el aire respirado, en los alimentos, tanto por contaminación directa (cuidado con la soja, el té y el tomillo) como por el contacto con los utensilios de cocina que a menudo son de este material (sartenes, ollas, etc.), papel de aluminio, cápsulas de café o latas de conserva, en muchas vacunas y otros medicamentos como algunos antiácidos. También se encuentra en muchos productos de higiene personal, y en especial en los desodorantes y pastas de dientes. 

     Aunque su absorción a nivel intestinal es baja, siendo un metal muy ubicuo, se conocen sus riesgos para la salud. Es neurotóxico, y se ha asociado al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y a trastornos del neurodesarrollo en niños, como el autismo. Las neuronas del hipocampo, responsables de la memoria, son muy susceptibles a este metal. En particular las neuronas que funcionan con el neurotransmisor acetilcolina, que además de existir en el hipocampo, resulta que es el principal neurotransmisor utilizado por el sistema nervioso parasimpático (el nervio vago, ¿te acuerdas?). Por ello, podemos hipotetizar que alteraría la función vesical probablemente, aunque no hay estudios concluyentes. Además, sabemos que el 95% del aluminio es eliminado por la orina, con lo cual nuestra vejiga está en contacto con este metal de manera permanente. También se asocia a cáncer, y en especial a cáncer de mama, aunque también se sospecha que produce cáncer de vejiga y pulmón en personas altamente expuestas. 

     Aunque en otros artículos hablo de pautas generales para disminuir nuestra exposición a tóxicos, quiero recalcar que el caso del aluminio es un ejemplo donde, desde nuestros hogares, podemos hacer mucho. Podemos intentar evitar este material en la cocina (cocinar con utensilios de acero inoxidable o hierro fundido, evitar las latas y las cápsulas de café). También en nuestra alimentación, no comiendo productos derivados de la soja en exceso o añadiendo unas gotas de leche de oveja o cabra preferiblemente a nuestros tés e infusiones, pues la leche disminuye la absorción intestinal. En cuanto a los productos de higiene personal, se puede evitar utilizar aquéllos que lo contengan o fabricando cosméticos caseros. En la sección de cosmética casera encontrarás unas cuantas recetas para preparar cosméticos de manera sencilla y sin tóxicos. COSMÉTICA CASERA

Bibliografía:

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El arsénico (As). Se puede encontrar en numerosos alimentos, a menudo por contaminación de las aguas y los suelos de cultivo, así como de las aguas potables de algunos países no europeos. Se ha relacionado con el desarrollo de algunos cánceres, incluido el de vejiga. También puede afectar al corazón, al sistema nervioso central y al metabolismo de la glucosa, favoreciendo la aparición de diabetes. Se asocia con retraso psicomotor y con alteraciones de la neuroplasticidad hipotalámica (la región del cerebro que se encarga de regular muchas de nuestras hormonas y otros procesos fisiológicos). También con alteraciones en la producción de espermatozoides. 

     Se habla mucho del arsénico en el arroz. Es cierto que es una fuente importante de exposición, pero también lo son otros cereales como el trigo. Los cereales acumulan arsénico en su cáscara (llamada salvado). Aunque siempre se recomienda tomar cereales integrales, pues su fibra se encuentra en gran medida en la cáscara, en el caso del arroz y del trigo esta recomendación sería controvertida. Si bien en términos absolutos el trigo comporta menos arsénico que el arroz, no deja de ser una fuente no desdeñable de exposición, pues en los países occidentales solemos consumir bastante más trigo que arroz. De hecho, se considera que es probablemente la principal fuente de exposición en occidente, junto con los productos lácteos (sobre todo, en niños). Una razón más para evitar estos dos alimentos en la medida de lo posible. En el caso del arroz, sería preferible utilizar arroz semi-integral o arroz blanco, y de origen europeo. En Europa los suelos y aguas están mucho menos contaminados que en Asia (India, China y Bangladesh tienen altos niveles de arsénico). El arroz producido en la Península Ibérica contiene cantidades más bajas. Un truco para eliminar parte de su arsénico sería lavarlo bien antes de consumirlo. Incluso dejarlo en remojo unas horas, como las legumbres. En cuanto al pescado y otros animales, si bien contienen arsénico, éste se encuentra en forma orgánica, mucho menos tóxica que la forma inorgánica, la presente en las aguas y las plantas. Por ello, su contaminación es menos preocupante.

Bibliografía :

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El plomo (Pb) es un contaminante medioambiental muy frecuente. Hasta hace unos años, se encontraba en los combustibles. Desde la prohibición de la gasolina sin plomo, sus niveles han descendido, pero seguimos estando muy expuestos. Se ha asociado con trastornos del neurodesarrollo en niños. Y lo que más nos interesa a nosotros: produce alteraciones en el sistema nervioso autónomo y en el funcionamiento del sistema inmunitario, tanto a nivel de la respuesta humoral como de la celular, de las que hablamos en otro artículo. Así, una exposición frecuente al plomo puede amenazar la salud de nuestra vejiga. Aunque es difícil protegerse de este metal, hay que saber que podemos estar expuestos sin ser conscientes, si las tuberías de nuestro hogar o lugar de trabajo están hechas de plomo, o si las pinturas de nuestra casa o juguetes infantiles lo llevan. Es importante informarse de esto para poder remediarlo. 

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 El cadmio (Cd) es un metal pesado que procede de la actividad industrial. Se encuentra en los alimentos, pero una de las principales fuentes de exposición es el humo del tabaco. Es especialmente problemático pues nuestro cuerpo no dispone de mecanismos de detoxificación que lo hagan menos tóxico, y por ello tarda mucho en ser eliminado. Favorece el estrés oxidativo y daños en la reparación del ADN, además de interferir en la acción de minerales importantes como el zinc y el magnesio. Por ello, se considera un agente cancerígeno. Se ha asociado con tumores urogenitales (riñón, vejiga, próstata). Aunque es un metal muy ubicuo y es difícil evitar la exposición ambiental, sí que hay una cosa que podemos hacer para exponernos menos, y es ir pensando en dejar de fumar…

Bibliografía:

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El mercurio (Hg) es conocido por su presencia en las aguas marinas. Mucha gente evita comer pescado por el miedo a la contaminación por este metal. Es cierto. El mercurio se acumula en nuestro tejido graso, incluido el cerebro, e interfiere con la función neurológica, y en especial con la función del sistema nervioso autónomo del cual ya hemos hablado, que es tan importante para regular la función de la vejiga. Sin embargo, tenemos que saber que el contenido en mercurio de los animales marinos varía en función de su porcentaje de grasa y de su nivel en la cadena alimentaria. Así, el pescado blanco, menos graso, contiene menos que el azul. Y los peces de pequeño tamaño o herbívoros menos que los peces depredadores de mayor tamaño. Esto es así pues los peces más grandes acumulan su “propio mercurio” más el que obtienen ingiriendo peces que también llevan mercurio. En cualquier caso, no debemos ser alarmistas pues nuestro cuerpo es capaz de eliminar estas sustancias si se ingieren en cantidades “seguras”. Lo interesante es conocer que existen, y sobre todo conocer algunas estrategias para disminuir nuestra exposición. En el caso del pescado, no recomiendo dejar de tomar pescado azul y limitarse al blanco, pues el contenido de ácidos grasos omega 3, tan beneficiosos para nuestra salud, es mucho más elevado en los pescados azules. Además, el pescado contiene bastante selenio, que contrarresta el efecto tóxico del mercurio. Lo que sí recomiendo es evitar el pescado azul de mayor tamaño (atún, sobre todo el atún rojo, pez espada, cazón, rape). Es mejor priorizar la ingesta de pescados pequeños como las sardinas, arenques, caballa, boquerones, cuyo contenido en omega 3 es muy alto pero el contenido en mercurio es bajo. El salmón también contiene poco mercurio. Una nota importante: a la hora de elegir el origen del pescado que compramos, siempre es preferible que lleve el sello “MSC”, pues, además de garantizar una pesca respetuosa, garantiza que se trata de animales salvajes y no de piscifactoría, que han comido de forma natural y no han sido alimentados con soja o cereales. 

     Otra fuente de mercurio son las amalgamas de los dientes. Actualmente no se utilizan, pero mucha gente las lleva aún. Pueden ser una fuente de exposición crónica al mercurio que a menudo no se tiene en cuenta. Es importante decir que, si se opta por retirarlas, es preciso contactar con un odontólogo que realice un protocolo de extracción segura de estas amalgamas, como el protocolo “SMART” de la International Academy of Oral Medicine and Toxicology (IAOMT). Una amalgama de mercurio retirada sin un protocolo de seguridad puede provocar una intoxicación por este metal, con efectos graves sobre la salud.

Bibliografía:

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 Los principales metales pesados son el mercurio, el cadmio, el plomo y el arsénico. Son sustancias que se utilizan de manera habitual en la industria y que actualmente contaminan nuestros suelos y nuestras aguas (dulces y saladas). En los próximos artículos veremos someramente uno a uno.

     Un pequeño apunte en relación con la exposición a metales, y en especial a metales pesados. Cada vez se sospecha más la relación entre el daño que producen las ondas electromagnéticas (WI-FI, antenas 4G y 5G, microondas, cableados eléctricos) y la sobrecarga de metales pesados. Las personas con hipersensibilidad electromagnética tienen a menudo alguna intoxicación por metales pesados. No voy a adentrarme en este tema, pero una pequeña pista sería el tener cuidado con la exposición a estas ondas. Apagar el wifi o el móvil en casa por la noche, por ejemplo, es un gesto sencillo que nuestra salud agradecerá.

     Tenemos que saber que todos nosotros estamos expuestos a los metales tóxicos, que se encuentran en nuestro entorno y son difíciles de eliminar. La mayoría de las veces esta exposición es poco dañina, pero puede tener efectos sobre nuestra vejiga, ya sea por un efecto neurotóxico con alteración del sistema nervioso autónomo que controla este órgano, como alteración del sistema inmunitario que lo protege de infecciones, o también por daño directo. Así, podemos hacer mucho bien a nuestra vejiga evitando estos metales.