Mercurio
El mercurio (Hg) es conocido por su presencia en las aguas marinas. Mucha gente evita comer pescado por el miedo a la contaminación por este metal. Es cierto. El mercurio se acumula en nuestro tejido graso, incluido el cerebro, e interfiere con la función neurológica, y en especial con la función del sistema nervioso autónomo del cual ya hemos hablado, que es tan importante para regular la función de la vejiga. Sin embargo, tenemos que saber que el contenido en mercurio de los animales marinos varía en función de su porcentaje de grasa y de su nivel en la cadena alimentaria. Así, el pescado blanco, menos graso, contiene menos que el azul. Y los peces de pequeño tamaño o herbívoros menos que los peces depredadores de mayor tamaño. Esto es así pues los peces más grandes acumulan su “propio mercurio” más el que obtienen ingiriendo peces que también llevan mercurio. En cualquier caso, no debemos ser alarmistas pues nuestro cuerpo es capaz de eliminar estas sustancias si se ingieren en cantidades “seguras”. Lo interesante es conocer que existen, y sobre todo conocer algunas estrategias para disminuir nuestra exposición. En el caso del pescado, no recomiendo dejar de tomar pescado azul y limitarse al blanco, pues el contenido de ácidos grasos omega 3, tan beneficiosos para nuestra salud, es mucho más elevado en los pescados azules. Además, el pescado contiene bastante selenio, que contrarresta el efecto tóxico del mercurio. Lo que sí recomiendo es evitar el pescado azul de mayor tamaño (atún, sobre todo el atún rojo, pez espada, cazón, rape). Es mejor priorizar la ingesta de pescados pequeños como las sardinas, arenques, caballa, boquerones, cuyo contenido en omega 3 es muy alto pero el contenido en mercurio es bajo. El salmón también contiene poco mercurio. Una nota importante: a la hora de elegir el origen del pescado que compramos, siempre es preferible que lleve el sello “MSC”, pues, además de garantizar una pesca respetuosa, garantiza que se trata de animales salvajes y no de piscifactoría, que han comido de forma natural y no han sido alimentados con soja o cereales.
Otra fuente de mercurio son las amalgamas de los dientes. Actualmente no se utilizan, pero mucha gente las lleva aún. Pueden ser una fuente de exposición crónica al mercurio que a menudo no se tiene en cuenta. Es importante decir que, si se opta por retirarlas, es preciso contactar con un odontólogo que realice un protocolo de extracción segura de estas amalgamas, como el protocolo “SMART” de la International Academy of Oral Medicine and Toxicology (IAOMT). Una amalgama de mercurio retirada sin un protocolo de seguridad puede provocar una intoxicación por este metal, con efectos graves sobre la salud.
Bibliografía:
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Gribble MO, Cheng A, Berger RD, Rosman L, Guallar E. Mercury Exposure and Heart Rate Variability: a Systematic Review. Curr Environ Health Rep. 2015 Sep;2(3):304-14